lunes, 23 de mayo de 2011

¿MARKETING POLITICO O PROPAGANDA ELECTORALISTA?

Hay numerosas definiciones de marketing político, sobre todo en función del autor que las conciba. Si éste es del ámbito político, tendrá una visión más unidireccional, desde el punto de vista del partido o candidato. Si por el contrario, el autor es cercano al mundo académico y a la concepción del marketing como una filosofía, tendrá una visión más bidireccional, teniendo en cuenta al público objetivo y  las relaciones a largo plazo.

Lo que parece claro es que no hablamos de un marketing empresarial, donde se ofrecen productos cuyo fin es la satisfacción de las necesidades del consumidor, a cambio de una contraprestación habitualmente económica.

En este caso el producto forma parte del ámbito de las ideas, de la ideología política y los programas electorales. Pero no deja de ser menos importante que estas ideas se plasmen en políticas que satisfagan las necesidades de los ciudadanos.
Los partidos políticos serian los “productores” de las ideologías y programas; los políticos , los “ejecutivos” que tendrían que llevarlas a cabo si son elegidos.
Pero el marketing político debería ser considerado como una relación a largo plazo, buscando la satisfacción de las necesidades del ciudadano, no sólo en periodos electorales. Y en muchos casos, se intenta “vender” a un político como si se tratara de un producto, a través de acciones de comunicación que muchas veces se podrían tildar de “publicidad engañosa”.


Los ciudadanos, que deberían ser el público objetivo de las estrategias de marketing político, sólo parecen contar cuando se acercan las épocas de elecciones y se convierten en “votantes”. Y eso hace que el marketing político se convierta en electoral. Pero, además, las campañas de los partidos se han derivado hacia el electoralismo resultadista, a corto plazo, con un claro objetivo de conseguir el poder o permanecer en él.


Las recientes elecciones municipales españolas han puesto en tela de juicio toda la estrategia del marketing electoral de los partidos tradicionales. La aparición del  movimiento social del 15-M en las principales plazas de España ha supuesto una entrada de aire fresco en una situación viciada por el tiempo y la inmovilidad.

Nadie sabe ahora mismo hacia donde conducirá este movimiento que cuenta con el apoyo de las redes sociales como medio de propagación. Pero creo que una cosa está clara: hay que replantearse muchas de las actuales estructuras.

Y una de ellas es la que conforman el sistema de partidos y el sistema electoral.

¿Todavía alguien piensa que el envío de toneladas de sobres con propaganda electoral, la pegada de carteles, los meetings a los que sólo acuden los simpatizantes...etc, deciden el voto de los ciudadanos?

¿Todo ese coste no podría dedicarse a otros ámbitos mucho más rentables política y socialmente?

Parece claro que hay que “repensar” y reformular todo el sistema de partidos.

Los ciudadanos no se sienten representados y no reciben el feedback respecto de las motivaciones por las que escogieron su voto. Las relaciones de intercambio favorables para las dos partes que se establecen en la filosofía del marketing moderno, no se cumplen. Por todo ello, no merece ser denominado marketing político y tal vez lo tengamos que englobar dentro de la propaganda política.

1 comentario:

  1. Hombre... ¡Como para sentirse representado! Al menos a mí me parece realmente escansalosa la utilización que los políticos realizan del márqueting, ya que prácticamente nada de lo que dicen/prometen/cuentan es cierto. Si utilizaran menos el márqueting (o la propaganda política) y fuesen más cercanos y sensibles a los problemas de la ciudadanía, creo que la percepción que muchos tenemos cambiaría radicalmente.

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